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miércoles, 11 de abril de 2012

DORA MAAR Y PICASSO - RELACIÓN DE CREACIÓN Y DESTRUCCIÓN, DE AMOR Y PROMISCUIDAD




Theodora Markovitch decidió cambiarse el nombre. Pasó a llamarse Dora Maar. Criada en Buenos Aires desde los tres a los 19 años, vivió en un ambiente hostil de padres distanciados. Apasionada por la fotografía, quiso ser ayudante de Man Ray, pero éste la rechazó. Conoció al joven Cartier—Bresson, a Claude Brassaï, el retratista húngaro afecto a las malas calles y a las putas envueltas en un recodo de sombra, y mantuvo una sociedad con Pierre Krefer. El amor tumultuoso de su primera juventud fue Georges Bataille: la introdujo en los secretos de prácticas amatorias poco convencionales, de tal modo que cuando la conoció Picasso, primero en un rodaje de Jean Renoir y luego en un café de París, Dora Maar arrastraba una importante leyenda erótica. 




Uno de los más célebres retratos de Dora Maar

Paul Eluard fue quien los presentó y pronto se estableció una compleja relación de creación y destrucción, de amor y promiscuidad, entre ellos. Picasso, el fauno genial, el trabajador incesante, seguía compartiendo algunos momentos con Olga Kokhlova, que se alejaba de su vida, y con la bellísima y futura suicida Marie-Therese Walker. 


Picasso, el manipulador, el ambiguo, que era rápido para percibir el aroma de una posible amante, la enamoró y la usó a su gusto, siete años después y cansado ya de ella, decidió dejarla por otra, para él solo fue otro juego amoroso, pero ella quedó tocada, tenía una personalidad arrolladora, y desde que se quedó sola, abandonó todo su arte en la fotografía, diseños y demás.





Picasso la vampirizó y ella también se dejó sojuzgar. Era dichosa sabiéndose deseada por el genio. Fue abandonando lentamente las cámaras y se encaminó hacia el lienzo. Picasso la pintó muchas veces siempre con un rictus grave, entre amargo y desesperado. No sólo poseía un cuerpo montaraz, casi fornido, sino una voz fuerte, elegante y segura que provocaba el embeleso. En 1946, después de diez años de disputas y amarguras, Françoise Gilot la reemplazó en el corazón del artista. 







Uno de los muchos retratos que le hizo Picasso a Dora, 1937


Ella decidió retirarse del mundo, destruida y melancólica (“Después de Picasso, sólo Dios”, dijo), y se convirtió en una ermitaña que falleció medio siglo más tarde, en 1997. 


Murió a los 90 años , dejando para la posteridad una frase lapidaria : “Yo no fui la amante de Picasso; él sólo fue mi amo”. Este argumento fue la materia central del montaje del Teatro del Temple “Picasso adora la Maar”, con espléndida dirección de Carlos Martín y un magnífico texto de Alfonso Plou. 



Un «Retrato de Dora Maar», que Picasso pintó el 27 de marzo de 1939, se ha integrado en las colecciones del Reina Sofía. La obra ha sido entregada en concepto de dación (pago de impuestos) por Caja Madrid. Este óleo sobre tabla ha costado 4,2 millones de euros.



Acaba de salir un libro muy interesante sobre su vida y su relación con Picasso, lo escribe Victoria Combalía que rastrea en la vida y la obra de esta genial fotógrafa y todo el romance apasionado y tortuoso con el pintor. El libro se llama Dora Maar, y es de la editorial Circe. Os lo recomiendo.

2 comentarios:

La Avispa dijo...

Buenas noches Inma.
No conocía a esta artista ni su historia de amor con Picasso, bastante triste, pero me ha gustado!!
Un beso y hasta la próxima.

Inma dijo...

Hola guapa, es una historia de amor que me fascina, triste sí, pero dime alguna historia de amor que no lo sea ..en esto me siento bastante negativa la verdad!
Un beso grandote!!