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miércoles, 14 de junio de 2017

FRANZ KAFKA - EL PROCESO

"¿Qué hago? No soporto vivir. La vida es tan corta, y no soporto vivir.
No sé. Siento lo mismo. Pero hay cosas, hay muchas cosas. Hay un
punto en que la desesperación es una luz, y un amor.
¿Y después?
Después viene la Naturaleza.
¿Usted está llamando naturaleza a la muerte?
No. Estoy llamando naturaleza a la naturaleza.
¿Todas las vidas habrán sido así?
Creo que sí.."


(Fragmento del libro)




Ilustración de 'El Proceso', de Franz Kafka, por Chantal Montellier.


Fragmentos:


–¿Cómo te imaginas el final? ––preguntó el sacerdote.

Al principio pensé que terminaría bien ––dijo K––, ahora hay veces que hasta yo mismo lo dudo. No sé cómo terminará. ¿Lo sabes tú?

–No ––dijo el sacerdote––, pero temo que terminará mal. Te consideran culpable. Tu proceso probablemente no pasará de un tribunal inferior. Tu culpa, al menos provisionalmente, se considera probada.

–Pero yo no soy culpable ––dijo K––. Es un error. ¿Cómo puede ser un hombre culpable, así, sin más? Todos somos seres humanos, tanto el uno como el otro.

–Eso es cierto ––dijo el sacerdote––, pero así suelen hablar los culpables.

–¿Tienes algún prejuicio contra mí? ––preguntó K.

–No tengo ningún prejuicio contra ti ––dijo el sacerdote.

–Te lo agradezco ––dijo K––. Todos los demás que participan en mi proceso tienen un prejuicio contra mí. Ellos se lo inspiran también a los que no participan en él. Mi posición es cada vez más difícil.

–Interpretas mal los hechos ––dijo el sacerdote––, la sentencia no se pronuncia de una vez, el procedimiento se va convirtiendo lentamente en sentencia.

(…)




(...)

-Intentaré ser honesto con usted, dijo K. 

-No te engañes, dijo el sacerdote. 

-¿En qué podría engañarme?, preguntó K. 

-Te engañas en lo que se refiere al tribunal, dijo el sacerdote, en la introducción a la Ley se ha escrito sobre este engaño: 

"Ante la Ley hay un guardián que protege la puerta de entrada. Un hombre que viene del campo que se acerca a él y le pide permiso para acceder a la Ley. Pero el guardián dice que en ese momento no le puede permitir la entrada. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde podrá entrar. "Es posible" responde el guardián, "pero no ahora". 

Como la puerta de acceso a la Ley permanece abierta, como siempre, y el guardián se halla a un lado, el hombre se inclina para mirar a través del umbral y ver de ésta manera qué hay en el interior. Cuando el guardián advierte su intención, ríe y dice: 

"Si tanto te tienta, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero ten en cuenta que soy poderoso y que, además, soy el guardián más insignificante. Ante cada una de las salas permanece un guardián, cada uno más poderoso que el otro. La mirada del tercero ya resulta para mí insoportable". 

El hombre procedente del campo no había imaginado tantas dificultades. La Ley, piensa, debe ser accesible a todos y en todo momento, pero al considerar ahora con más exactitud al guardián, cubierto con su abrigo de piel, al observar su enorme y prolongada nariz, la barba negra, fina, larga, tártara, decide que es mejor esperar hasta que reciba el permiso para entrar. 

El guardián le da un banquillo y deja que tome asiento a uno de los lados de la puerta. Allí se queda sentado días y años. Hace muchos intentos para que le permitan entrar y agota al guardián con sus súplicas. 

El guardián lo somete frecuentemente a cortos interrogatorios, le pregunta de su hogar y de otras cosas, pero son preguntas indiferentes, como las que hacen los grandes señores, y al final siempre repetía que aún no podía permitirle la entrada. 

El hombre, que estaba muy bien provisto para el viaje, utiliza todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Éste lo acepta todo, pero al mismo tiempo le repite: "Sólo lo acepto para que no creas que has omitido algo". 

Durante todos los años que permaneció allí, el hombre observó al guardián de forma casi ininterrumpida. Se olvidó de los otros guardianes y éste le terminó pareciendo el único impedimento para tener acceso a la Ley. 

Los primeros años maldijo la desgraciada casualidad, más tarde, ya envejecido, sólo murmuraba para sí en un rincón. Finalmente se vuelve senil, y como se ha sometido durante tantos años al guardián en una larga contemplación, termina por conocer a una de las pulgas que habita en el cuello del abrigo de piel del guardián, por lo que solicita a la pulga que le ayude a cambiar la opinión del guardián. 

Por último, su vista, ya débil, no sabe reconocer si oscurece a su alrededor o si son sólo sus ojos los que lo engañan. Pero ahora advierte en la oscuridad un brillo que irrumpe indeleble a través de la puerta de la Ley. Ya no vivirá mucho más. 

Antes de su muerte se concentran en su mente todas las experiencias pasadas, que toman forma en una sola pregunta que hasta ahora no había hecho al guardián. Entonces le guiña un ojo, pues ya no puede mover su cuerpo entumecido. 

El guardián tiene que agacharse mucho porque la diferencia de tamaños ha variado en perjuicio del hombre de la provincia. 

"¿Qué quieres saber ahora?" pregunta el guardián, "eres insaciable". 

"Si todos buscan la Ley", dice el hombre, "¿Cómo es posible que durante todos estos años, sólo yo haya solicitado la entrada?". 

El guardián comprende que el hombre se encuentra en sus últimos instantes de vida y, para que su débil oído pueda percibirlo, le grita: 

"Ningún otro podía haber recibido permiso para entrar por esta puerta, pues está entrada estaba reservada sólo para ti. Me iré ahora y la cerraré".

(...) 


(Fragmento admirable del libro)


FRANZ KAFKA, (1883-1924)

El proceso es una novela inacabada de Franz Kafka, publicada de manera póstuma en 1925 por Max Brod, basándose en el manuscrito inconcluso de Kafka. 

El libro cuenta la historia de Joseph K., un empleado de un banco que una mañana es detenido por unos policías. Los cargos de los que se le acusa se desconocen, como tampoco se sabe ante quién ha de comparecer o quiénes son los miembros del tribunal que le va a juzgar.
A través del arresto surrealista de este personaje, el genio checo critica la estructura opresora de la sociedad de entonces y obliga al lector a reflexionar sobre lo loco y absurdo que resulta el mundo moderno.




Cartel oficial en español de: El proceso



Orson Welles hizo en el año 1962 una película extraordinaria.


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