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martes, 4 de noviembre de 2014

CHARLES BAUDELAIRE - CONVERSACIONES


¡Eres un bello cielo de otoño, claro y rosa!
Pero en mí, la tristeza asciende como el mar,
Y en su reflujo deja en mis cansados labios,
El punzante recuerdo de sus limos amargos.


Se desliza tu mano por mi agotado pecho;
Lo que ella en vano busca, es un hueco asolado
Por las feroces garras que esconde la mujer.
Mi corazón no busques, fue pasto de las fieras.


Ahora es como un palacio saqueado por las turbas,
Donde beben, se matan, se arrancan los cabellos.
Flota un perfume en torno de tu desnudo cuello!...


¡Tú lo quieres, Belleza, flagelo de las almas!
Con tus ojos de fuego, como fiestas lujosas,
¡Calcina esos despojos que evitaron las fieras!



(versión de Antonio Martínez Sarrión)

Extraído de http://amediavoz.com/baudelaire.htm

(Escultura: El ídolo eterno, Rodin)


domingo, 2 de noviembre de 2014

EL MITO DE LA GITANA EN EL ARTE

"Estar fuera de casa y sentirse, sin embargo, en casa en todas partes; ver el mundo, ser el centro del mundo y permanecer oculto al mundo, tales son algunos de los menores placeres de esos espíritus independientes, apasionados, imparciales (…)." (Charles Baudelaire hablando de la musa gitana)


La gitana de la naranja, Julio Romero de Torres (detalle)


El mito de la gitana o mejor aún, "La Musa Gitana", fascinante siempre para todos los pintores (o, por lo menos, para muchos), no solo por lo llamativo de su presencia, sino que bajo sus pinceles quedan convertidas en un símbolo de las historias amorosas y de las tragedias más fascinantes, aparte de inspirar misterio y mucha sensualidad. Eran mujeres fuertes, no necesariamente guapas, con miradas profundas y aires de libertad. Así eran estas musas gitanas que traemos hoy, tristes para adentro, orgullosas para afuera, almas en pena ...



Julio Romero de Torres



"... La mujer morena, la de los rojos claveles y las rejas florías. La reina de las mujeres”


(La Morena de mi copla. Pasodoble español) 



Julio Romero de Torres, La musa gitana, 1907

Carmen de Córdoba, Julio Romero de Torres

La chiquita piconera, Julio Romero de Torres

Es morena y cordobesa, 
tiene aire de sultana 
y corazón de princesa
...

¡Vaya mujer con hechuras, 
... 

Y aquella mujer preciosa,
de hermosura tan completa,
se iba meciendo orgullosa 

(Copla)


Julio Romero de Torres pintó a la mujer morena con sus ojos de misterio y el alma llena de pena… " la musa gitana".


Galería de pinturas dedicadas a la musa gitana:


Victor Manuel Garcia, Gitana Tropical, Cuba

Fortuny, La gitana

gitana con el pecho desnudo. Henri Regnault.

Gitana pensativa, 1869 - Gustave Courbet

Gitana con pandereta,  de Corot.

La Gitana. John Singer Sargent
Gitana con niño, H. Anglada Camarasa

Su figura evoca la sexualidad más salvaje y la libertad más absoluta. Algunos de los nombres que sucumben a su atractivo son Sargent, Dongen, Manguin, Anglada-Camarasa, Sorolla, Julio Romero de Torres..y un sinfín.



henri manguin-la gitana

Joaquín Sorolla

Esto se debió a que la atracción por la mujer gitana mostraba la atracción por "la otra", por esa mujer que, al ser de una etnia distinta, era capaz de transgredir las normas frente a la mujer burguesa, tan esclavizada por las reglas sociales, y se vestía de atrevidos colores, se soltaba el pelo, y sonreía, miraba directamente a un hombre o bailaba en público delante de él llegando a embrujarlo con sus sinuosos movimientos que, aunque atrevidos, resultaban cautivadores para los hombres de la ciudad.




Joaquina – Henri Matisse

Gitana, Guillermo Martí Ceballos


Gitana con niño, Modigliani


María la guapa, Joaquín Sorolla

Y en literatura tenemos el mito tradicional encarnado por la novela corta de Cervantes La gitanilla y renovado por la Esmeralda de Victor Hugo, que hizo que se impusieran como un símbolo de provocación, de libertad y sexualidad. 


viernes, 31 de octubre de 2014

LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO ABAD - EN LA LITERATURA Y EN EL ARTE


San Antonio Abad fue uno de los eremitas más populares de la Baja Edad Media. Protector contra la peste y otras enfermedades, gozó de un extendido culto. Gremios y cofradías encargaban retablos dedicados a un santo al que veneraban como patrón. Entre las escenas de la vida del anacoreta representadas con mayor asiduidad está la tentación de la lujuria. 


Desde un punto de vista secular, la tentación es un fenómeno de origen psíquico por el que al ser humano le sobreviene un estímulo imperativo, a veces subconsciente, que se traduce en deseo o necesidad de algo, es decir, conducente a llenar una carencia o por simple ansia de satisfacción.


Hyeronimus Bosch (Prado), 1500 (detalle)

No pocas veces, en el origen y nacimiento de la tentación juega un importante papel la función de la represión: algo se vuelve tentador por el mero hecho de estar prohibido, como si la tentación fuere una planta que germinara y floreciera con facilidad en terrenos abonados con represión, casi casi inherente a ellos. Porque la tentación, ante todo, lo que busca es transgredir el interdicto, cruzar la frontera entre lo ordenado, lo normativo, la ley, y la libertad sin límites ni condicionamientos, aunque ello suponga sumirse en el caos.


(detalle, La mesa negra, panel central del tríptico) Hyeronimus Bosch, 1495-1515


La tentación busca siempre el placer, mediato o inmediato, del tentado: es su fin la satisfacción; y en esa búsqueda importa menos el qué pasará después (de sucumbir a ella) que el mientras de su disfrute. 

En muchas ocasiones, por este efecto contradictorio, el tentado, una vez disfrutado de lo que la tentación prometía, cae en un estado de postración, de culpabilidad, de remordimiento: ahora siente que lo prometido no suponía mayor ganancia que lo perdido al ceder: la autoestima, el dominio de sí; el caído en la tentación siente que ha sido un traidor (hacia sí mismo o hacia su fe), su voluntad débil, se considera poco menos que una marioneta en manos invisibles de fuerzas que no domina ni controla. 

Siente que ha sido víctima de un siempre amenazador caos, y se siente, por fin, él mismo sumido en un estado caótico, y más cuanto mayor sea la tentación a la que se ha sucumbido.



(Panel central del tríptico), Hyeronimus Bosch, 1495-1515

Un San Antonio Abad hoy sería impensable, aunque no será porque no pudiésemos realizar un ejercicio de imaginación y analogía adecuado.


Jan Brueghel - "Tentaciones de San Antonio Abad"



La tentación de San Antonio, Tintoretto, 1577



SAN ANTONIO ABAD

(y su mundo de tentaciones)


Nacido en Heracleópolis Magna, Egipto, en 251, y muerto en 356, en el Monte Colzim, a orillas del Mar Rojo, donde se había retirado para realizar una vida ascética. 

Se le considera fundador del movimiento eremítico (aunque le quepa a Pablo de Tebas el honor de ser considerado primer ermitaño; a quien, por cierto, Antonio visitaría antes de morir, y por quien sería enterrado en tumba excavada por dos leones) y patrón de los cerdos (por extensión, protector de todos los animales, en este caso más conocido como San Antón), de los sepultureros y sanador de todo tipo de enfermos de la piel (sobre todo los afectados por el ergotismo, llamado apropiadamente Fuego de San Antón). 



GALERÍA EXTENSA SOBRE LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO:





Gustave Flaubert, La Tentación de San Antonio, la muerte



No deja de ser curioso el hecho de que, a pesar de que Flaubert dijera "La tentación de San Antonio es la obra de toda mi vida", es al mismo tiempo la menos estudiada de todas sus novelas. La primera obra que viene a la cabeza al hablar del escritor francés es también la que menos satisfacciones le reportó: Madame Bovary. En cambio, una obra como La tentación de San Antonio, que fue gestándose a lo largo de toda la vida del autor, prácticamente desde 1835, cuando Flaubert tenía catorce años, es injustamente olvidada.



Michel Foucoult prologó su libro de forma extraordinaria (ver aquí: http://www.javierseguidelariva.com/Res/R%20142.html )




Joachim Patinir, La tentación de San Antonio, 1520/24



San Antonio se encuentra en un amplio paisaje, rodeado de tres bellas mujeres que tratan de hacerle comer la manzana del pecado. Tras ellas una vieja alcahueta representa el engaño y la inducción al mal. Un mono, animal lujurioso al igual que las jóvenes demoníacas, tira de las ropas del santo. En segundo plano se desarrollan pasajes de La leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine (siglo XIII), con las diversas tentaciones que sufrió San Antonio por parte de demonios o hermosas mujeres desnudas tras las que se esconde el diablo. 



Alexandre Louis Leloir, 1871 - la tentación de san antonio

Lucien Rops. La Tentation de San Antonio, 1878



Henry Pierre Picou (1824-1895) - la tentación de san antonio


Jacques-Antoine Vallin (1760-1831) la tentación de san antonio

La tentación de San Antonio, Dalí, 1946

La Tentación de San Antonio, Giovanni Battista Tiepolo, 1725



Leonora Carrington, 1947 - La Tentación de San Antonio


Lovis Corinth, 1897 - la tentación de san antonio

Paul Delaroche, 1832 - la tentación de san antonio

Max Ernst, La tentación de San Antonio

La tentación de San Antonio, Paul Delvaux, 1945

La tentación de San Antonio, Jules Pascin, 1912

La tentación de San Antonio, Paul Cezanne

Tríptico de la tentación de San Antonio, Max Beckman



La tentación de San Antonio, Diego Rivera, 1947

La tentación de San Antonio, Robert Auer


La tentación de San Antonio, Robert Auer (detalle)


La tentación de San Antonio, Robert Auer (detalle)



La tentación de San Antonio, Robert Auer (detalle)



" Apaga, la oscuridad se hace profunda. Y de pronto pasan por el aire, primero un charco de agua, luego una prostituta, después la esquina de un templo, la cara de un soldado, un carro con dos caballos blancos que se encabritan. Estas imágenes van llegando bruscamente, a sacudidas, destacándose en la noche como si fueran pinturas de color escarlata sobre madera de ébano. Su movimiento se acelera. Desfilan de manera vertiginosa. Otras veces se detienen y van empalideciendo gradualmente, terminando por diluirse. O bien se echan a volar e inmediatamente llegan otras.
Antonio cierra los ojos.
Las imágenes se multiplican, lo rodean, lo asedian. Un indecible espanto lo sobrecoge. Ya no siente nada, sólo una contracción que le quema el epigastrio. Pese al estrépito que hay dentro de su cabeza, percibe un enorme silencio que lo separa del mundo. Trata de hablar. ¡Imposible! Es como si todo su ser se disolviera y, sin poder aguantar más, Antonio cae sobre la estera. "


Gustave Flaubert, fragmento de su libro "La tentación de San Antonio"