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martes, 3 de marzo de 2015

DIARIO DE MARGA GIL ROËSSET - LA HISTORIA DE UN AMOR IMPOSIBLE

El amor imposible de Marga Gil Roësset

La trágica figura de Marga Gil Roësset (1908-1932), dibujante y escultora de vanguardia.



(por Carlos Javier González Serrano)

Vida y muerte transitan en la existencia una misma dirección aunque sus caminos, desde luego, tracen muy diversas rutas. A juicio de Hannah Arendt (en sus diversos comentarios sobre la Ilíada de Homero) fue nuestra condición mortal, y la conciencia que de ella poseyeron los griegos, lo que empujó definitivamente a los Aquiles, Áyax y Héctor a dejar la comodidad de sus casas para adentrarse en el terreno agonal de la guerra y, en fin, dar con la ansiada inmortalidad.  

Únicamente a través de nuestros actos, aseguraría más tarde Schopenhauer, nos es posible conocernos, desplegar aquella Persönlichkeit a la que Goethe otorgó tanta importancia: tan sólo poniendo en juego aquello que somos podremos descubrir nuestra auténtica vocación. Al igual que los protagonistas de las aventuras homéricas, como explica Carmen Hernández-Pinzón en el emocionante y emocionado "Prólogo" de Marga, el libro que en esta ocasión os recomiendo, la pequeña de la familia Gil Roësset pasó por las vidas de Juan Ramón Jiménez y su mujer, Zenobia, "como una estrella fugaz, dejando una impronta indeleble y un pozo de amargura difícil de subsanar".







"… Qué se yo por qué te quiero tanto… vamos… sí sé… comprendo muy bien que se quiera así… pero… querría no quererte tanto… aunque mi única razón de ser… es esa… y también mi única razón de no ser…
… En amor… no cabe una intervención razonada… quieres o no quieres…" (Diario de Marga)








El Diario de Marga será sin duda una de las novedades bibliográficas más enjundiosas y relevantes de este recién estrenado 2015. No sólo por su contenido, hasta ahora en gran parte inédito, sino por la historia que encierra. 

Una historia del todo desesperada en la que, a pesar de su turbulencia y de la tragedia que atraviesa sus avatares, no trasluce ni un solo signo de artificio o fingimiento. Todo en el texto (en el escrito y en el vital) es auténtico, sincero, despiadada y enojosamente real. El lector quedará muy pronto encandilado por la atractiva y extrañamente puntuada prosa de Marga Gil Roësset, quien decidió quitarse la vida a los veinticuatro años en un afán indescriptible por permanecer fiel a la propia idiosincrasia, al sentido que uno mismo otorga al mundo.

"… Estoy tan poco de acuerdo conmigo misma… la crítica de yo a yo es realmente ¡sangrienta! .."


Sobria y muy acertada portada del Diario de Marga en edición de la Fundación José Manuel Lara


Foto de Juan Ramón Jiménez tomada por la propia Marga en 1932, el año de su muerte, y retrato de Marga Gil Roësset dedicado a Juan Ramón, acompañado de una nota de la artista.


Marga se enamoró hasta los tuétanos de un ya maduro Juan Ramón Jiménez, escritor consagrado de las letras españolas que por aquel tiempo ya ejercía como maestro de los más jóvenes artistas y como estandarte de la literatura universal. 

Éste, casado con Zenobia Camprubí, no dio aceptación (aunque desconocemos, me temo, si la negativa llegó a dar alas a un mínimo atisbo de esperanza) a las confesiones amorosas de Marga, quien en vista de su situación de no correspondencia aceptó el Destino que la Parca le indicaba como el más propicio para ser (por siempre) honesta consigo misma. 

Las cuatro cartas que la joven dejó antes de suicidarse, reproducidas en el volumen, dan buena fe de las profundas convicciones personales de Marga. Una de ellas destinada nada menos que a la ya mencionada Zenobia, a quien le ruega perdón por haberse enamorado de su marido, aunque, asegura en unos términos que empaparán los ojos del lector:

"enamorarte es algo que te ocurre porque sí, sin tener tú la culpa… a mí al menos pues así me ha pasado… lo he sentido cuando ya era… natural…". 

La misiva se cierra con una dura confesión, la que condujo a esta joven a la tumba: "perdóname Azulita… por lo que si él quisiera yo habría hecho".


"… el que yo imajine materializar mi amor, en algo bello… no es vanidad… de ningún modo… ya que mi amor… sin vanidad… ¡es muy bello!…"


Un texto estremecedor de principio a fin, que nos descubre los entresijos de un alma tan enamorada como perdida en el océano de las emociones, muchas de ellas contradictorias entre sí, pero siempre hilvanadas en un sí mismo que no quiere traicionarse. 

El volumen incluye, además, algunos de los textos que Juan Ramón Jiménez y la propia Zenobia dedicaron a la desdichada Marga cuando ésta tomó su fatal decisión. 


BUSTO DE ZENOBIA CAMPRUBÍ, 1932 , hecho por Marga


Estamos ante un libro imprescindible, de una importancia histórico-literaria fundamental, que da fe de (y rinde homenaje a) un personaje apenas conocido que, a fuerza de amar, dio de bruces con la muerte. Como confiesa Marga a su hermana Consuelo en la carta legada poco antes de dar término a su vida,


"… me he matado porque no podía ser feliz… y no quería no serlo… es un egoísmo enorme… quizás… el mayor acto de egoísmo que cabe hacer… y no me he expansionado contigo… ni con nadie… no por falta de cariño… es que… cuando se está muy triste… y lo triste no tiene arreglo… no se expansiona una..."


Fuentes:



sábado, 28 de febrero de 2015

ROMANCE SONÁMBULO - FEDERICO GARCÍA LORCA

"Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla"
(Confucio)

Alfred Lambart, 1931

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

*

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

*

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

*

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

*

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

*

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.


2 de agosto de 1924

Federico García Lorca




"A mi pobre Andalucía no me la comprende nadie: es una tierra metía en un corazón muy grande, que llora con alegría."

¡¡ VIVA ANDALUCÍA LIBRE !!


MARGUERITE YOURCENAR - MEMORIAS DE ADRIANO



"Una parte de cada vida, y aun de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes. Mi impotencia para descubrirlos me llevó a veces a las explicaciones mágicas, a buscar en los delirios de lo oculto lo que el sentido común no alcanzaba a darme. Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el parloteo fortuito de las aves, o hacia el lejano contrapeso de los astros."


Marguerite Yourcenar, fragmento de "Memorias de Adriano", (traducción de Julio Cortázar)


lunes, 23 de febrero de 2015

CUARTO CRECIENTE- J.M. CABALLERO BONALD

Frederick Arthur Bridgman


Cuando Aljarifa recorrió la alfombrada penumbra de aquel burdel de Chauen,
todo el lujoso azogue de su cuerpo adquirió un grado de desnudez deslumbradoramente irracional. 
Cerca de allí se abrían las tiendas de los nómadas y una enfermiza música se iba dignificando entre las hojalatas y los vellocinos. 
La habitación olía a almoraduj y a papeles de Armenia, mientras un vaho de animales nacidos en cautividad salía del mullido sopor de las almohadas. 
Y así hasta que el tiempo se detuvo en un friso taraceado de estrellas de albayalde, entre cuyos emblemas discurría una luz acrobática parecida al letargo. 
Pero ella, la regidora del cuarto creciente, era una flor lasciva instalada en la noche.
Era la araña que copula sin dejar de bailar entre una algarabía de ajorcas y sonajas.
El esmaltado vientre vibraba en el diván como un espasmo de pandero y un mundo de sacrales lujurias sincopaba de pronto la rítmica hegemonía de los pezones. 
Canon de la hermosura, su único error había consistido en rasurarse el pubis
cuando medio entendió que descendía por línea colateral de los Abencerrajes.



J.M. CABALLERO BONALD, poeta, novelista y ensayista español nacido en Jerez de la Frontera, Cádiz, en el año 1926. 
Estudió Astronomía en Cádiz y más tarde Filosofía y Letras en Sevilla y Madrid. 
Militante anti-franquista, pertenece al grupo poético de los 50 junto a José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo y Jaime Gil de Biedma, entre otros.




"Y tú me dices
que tienes los pechos vencidos de esperarme,
que te duelen los ojos de tenerlos vacíos de mi cuerpo,
que has perdido hasta el tacto de tus manos
de palpar esta ausencia por el aire,
que olvidas el tamaño caliente de mi boca (...) "